Se denomina intercambio colombino[1] (del inglés, Columbian Exchange) al proceso ocurrido entre los siglos XV y XVI en el cual se transfirieron productos agrícolas y otros alimentos del Viejo Mundo (Europa, África y Asia) al Nuevo Mundo (el continente americano) y viceversa a finales del siglo XV y en los siglos siguientes.[2][3] Este proceso recibe su nombre del descubridor Cristóbal Colón y se relaciona con la colonización europea y el comercio mundial que siguió a su viaje de 1492.[2] Algunos de los intercambios fueron intencionados; otros, accidentales. Las enfermedades contagiosas de origen en el Viejo Mundo provocaron una reducción de entre el 80 y el 95 por ciento en el número de pueblos indígenas de las Américas a partir del siglo XV, siendo la zona más afectada la del Caribe.[2] Las culturas de ambos hemisferios se vieron muy afectadas por la migración de personas (tanto libres como esclavizadas) del Viejo Mundo al Nuevo. Los esclavos africanos y los colonos europeos sustituyeron a las poblaciones indígenas en toda América. El número de esclavos africanos que llegaron al Nuevo Mundo fue mucho mayor que el número de americanos que sufrieron esclavitud en África[4][5] y que el número de europeos que llegaron al Nuevo Mundo en los tres primeros siglos después de Colón.[6][7]
Los nuevos contactos entre la población mundial dieron lugar al intercambio de una gran variedad de cultivos y ganado, que favorecieron el aumento de la producción de alimentos y de la población en el Viejo Mundo. Cultivos americanos como el maíz, el aguacate, el cacao, la patata, el tomate, el tabaco, la yuca, el boniato y el chile se convirtieron en cultivos importantes en todo el mundo. El arroz, el trigo, la caña de azúcar y el ganado del Viejo Mundo, entre otros cultivos, adquirieron importancia en el Nuevo Mundo. La plata producida en el continente americano inundó el mundo y se convirtió en el metal estándar utilizado en la acuñación de monedas, especialmente en la China Imperial.
El término fue acuñado en 1972 por el historiador estadounidense Alfred Crosby en su libro sobre historia ambiental The Columbian Exchange.[8][3] Fue adoptado rápidamente por otros historiadores y periodistas y se ha vuelto ampliamente conocido.